Busan fue mi segundo destino después de Jeju, fue un gran cambio, ya que la isla Jeju se caracteriza por su naturaleza y tranquilidad a diferencia Busan es la segunda ciudad más grande de Corea del Sur lo que quiere decir que el trafico y la gran multitud hace a esta ciudad un poco mas agitada, lo cual no dejo de ser una gran aventura para mi. Llena de descubrimientos culturales, paisajes impresionantes y delicias culinarias.
Mi entrada a Busan
Mi viaje comenzó con una llegada emocionante al aeropuerto, una moderna infraestructura que conecta la ciudad con el resto del país. Desde el primer momento, fui recibido por el ambiente cálido y acogedor, ansiosa por compartir la belleza de su ciudad. Con mi mapa en mano y una lista de lugares para explorar, estaba listo para sumergirme en lo que Busan tenía para ofrecer.
Explorando sus playas
Uno de los primeros lugares que visité fue Haeundae Beach, quizás la playa más famosa de Corea del Sur. Esta hermosa playa rodeada por el océano azul, es un paraíso tanto para los amantes del sol como para los aficionados a los deportes acuáticos. Pasé la mañana relajándome desde un hermoso mirador disfrutando de un delicioso café helado popular de este país observando a los surfistas desafiando las olas.
Aventura gastronómica de Busan
Ninguna visita a Busan estaría completa sin saborear sus deliciosos platos. Aquí la gastronomía es un festín para los sentidos, con una increíble variedad de mariscos frescos, carnes y platos tradicionales. Tuve la oportunidad de probar algunos de estos platos, como el sashimi de pescado fresco y los famosos (platos de bulgogi). La energía de la hospitalidad de los locares, hicieron de esta una de las experiencias más memorables de mi viaje.
Explorando templos: un viaje a través de la historia
Mi siguiente visita fue al templo Samgwangsa en Seomyeon, este templo es conocido por su impresionante festival de linternas durante el cumpleaños de Buda, me dejó asombrado con su arquitectura majestuosa y su atmósfera de paz y serenidad. Al llegar, me encontré rodeado de coloridas linternas colgantes que adornaban los terrenos del templo, creando un paisaje visualmente impresionante. Paseé por los amplios patios y subí las escaleras que conducen a la pagoda principal, desde donde disfruté de una vista panorámica de Busan. La combinación de la devoción religiosa, la belleza arquitectónica y la tranquilidad del entorno hicieron de mi visita a Samgwangsa una experiencia espiritual y culturalmente enriquecedora.
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